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  • [Fanfic] La chica de la leyenda. (Las crónicas de Narnia)
[Fanfic] La chica de la leyenda. (Las crónicas de Narnia)
Urari
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  • Aclaraciones (Dichas por la autora)
  • Aclaraciones mías

https://a.wattpad.com/cover/47710563-176-k968051.jpg


Los hermanos Pevensie vuelven a Narnia contra todo pronóstico. Tan sólo tenían una oportunidad para regresar, la cual consiguieron aprovechar. Terrwyn Whitemark, la chica ignorada del colegio, descubre que en sus manos descansa el futuro del país. La chica de la leyenda ha regresado a su hogar, tal y como Aslan dijo. Junto a los reyes, emprenderá una aventura para evitar que la guerra tenga lugar. Narnia, la tierra donde todo puede suceder.

Antes de dar comienzo a esta historia, quiero aclarar que
ESTE FANFIC NO ME PERTENECE Fue creado por vickyspark, una usuaria de wattpad.

Cosas importantes que también deben saber.

''Si ven que escribo de esta forma, con cursiva y con '', es lo que la autora ha opinado acerca de su capítulo.''

Si escribo con subrayado, son cosas que diré, pero no creo que diga mucho sino hasta el final.

https://em.wattpad.com/9cbc056f501941bfa3f3d77f3418f806b3c5bff1/687474703a2f2f322e62702e626c6f6773706f742e636f6d2f2d4459737150345a7a4434342f5541676e3575366a5635492f41414141414141414148592f594474356c4d37747859772f73313630302f6d6170612b64652b6e61726e69612b322e6a7067?s=fit&h=360&w=720&q=80


Esta fanficción está basada en las películas de "Las Crónicas de Narnia", en un periodo entre "El príncipe Caspian" y "La travesía del Viajero del Alba". No me pertenecen ninguno de los personajes que aparecen en las novelas o películas de los libros de C.S. Lewis. Solo tengo jurisdicción sobre los personajes inventados por mí (tales como Terrwyn o Durslan) y la historia en sí.

Esta obra está dedicada a todos aquellos que soñaron con ese lugar tan mágico llamado Narnia. Aquellos que abrían un armario pensando que encontrarían pinos, nieve y un león.

"Las dificultades preparan a personas comunes para destinos extraordinarios" – C. S. Lewis
Si no eres muy de leer, creo que esto no es para ti, porque los capítulos son bastante largos, no será cuestión de horas terminarse esto, no señor, a mi me llevó 3 o 4 días, pero yo soy una loca por los libros, no sé si a ti te llevará lo mismo.

Ah, y otra cosa, No daré ningún tipo de spoiler ni nada, ya que yo sí lo he leído, simplemente no quiero arruinarles nada ya que este fanfic me encantó, me hace sentir como si estuviera en un bosque, caminando con faunos o centauros. (En palabras más simples, me siento dentro de la historia)
Urari
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Pregunta importante.

¿Quieren que suba los capítulos de a poco, o todos de una? Ustedes deciden hasta el 23 de junio, si no veo ninguna opinion, los subiré de a poco.
[Los capítulos ya estan todos subidos por la autora, digo si los subo aquí]

Dernière modification le 1498060140000
Verdomice
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Interesante Mily, no leo mucho libros hace mucho tiempo pero espero poder leer este, subilo de a poco, no hay afán ^^
Urari
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No pude aguantarme, les dejo el primer cap para que vean mas o menos de que va esto :P

Capítulo uno. El último regalo


''Así es, esta es la historia por la que no he estado tan atenta a mis otras creaciones, lo siento mucho. Pero tengo muchas esperanzas puestas en esta fanfic, ya que es la que más me ha costado escribir, a la que más tiempo he dedicado y ¡la más larga! Espero que la disfrutéis tanto como yo lo he hecho escribiéndola. Recordad comentad vuestras opiniones. Quería agradecer al blog "Qué fue del distrito dos" porque la chica que lo lleva (una chica genial, queda dicho) se ha convertido casi en mi editora personal. Bueno, sin más dilación, os dejo sumergiros en la historia no contada de Las Crónicas de Narnia''

Año 1942

Sonó el timbre que daba por finalizadas las clases de aquel día. Recogí mis libros y salí de clase rápidamente, dispuesta a pasar toda la tarde leyendo, sola. Me dirigía en ese momento a las escaleras cuando todas las chicas que estaban cerca se giraron en mi dirección. Por un momento pensé que me miraban a mí, así que como de costumbre, mi cara se tiñó de rojo. Pero entonces alguien me empujó por la espalda y empezó a bajar las escaleras mientras todas las chicas le saludaban. Por supuesto, Peter Pevensie.

-Hola Peter-decían las chicas.

Él bajaba lentamente las escaleras, saludando a las chicas, intuía que cierta parte de él, se encontraba incómoda pero al ser él, lo pasó por alto y se jactó de su importancia en el colegio Saintsbourgh. Peter Pevensie: el chico más guapo de la escuela. Él lo supo en cuanto llegó. Era alto, es más, me sacaba una cabeza; rubio, con grandes ojos azules. Tenía una piel perfecta. Parecía simpático, pero yo no lo sabía ciencia cierta porque nunca había hablado con él. Aparentaba madurez, no parecía tener 18 años, puesto que su comportamiento siempre era el de una persona adulta. Aunque, eso sí, yo nunca había visto a una persona más unida con sus hermanos. Casi todo el tiempo estaban juntos, charlando y riendo.

Tenía dos hermanas y un hermano, todos menores que él. Puse los ojos en blanco cuando todas las chicas le miraban por detrás mientras él bajaba y se dirigía a la zona de las habitaciones del colegio. Después oí un bufido, parecido a una risa detrás de mí. Alguien me apartó suavemente y bajó detrás de Peter, aunque las chicas no le saludaron. Descendió casi corriendo las escaleras, despertando con ello mi curiosidad pero, cuando me asomé, solo pude vislumbrar un atisbo de pelo negro como el ala de un cuervo. Después de esa escena me dirigí a mi habitación, completamente sola.

Sinceramente, yo no tenía amigos. Había venido como alumna nueva ese curso, pero ya era febrero y no había entablado una buena relación con nadie. Dejé los libros de clase en mi escritorio y cogí el libro que se encontraba en mi mesilla. Los libros siempre me habían parecido la mejor salida de este mundo: con ellos podía desconectar de todo a mi alrededor y sumergirme en la historia, en otro mundo, que siempre era mucho mejor que el mío; por eso todas mis novelas, como aquella misma, eran de fantasía. Me tumbé boca arriba en mi cama y abrí el libro por la página en la que me había quedado anoche. Lo que yo no sabía es que en ese momento los Pevensie estaban buscándome. Después de media hora de lectura, cerré los ojos un momento, puse el marca páginas y me levanté.
El marca páginas había sido el último regalo de mi madre antes de morir: era de oro, con un león rugiendo que tenía las dos patas delanteras levantadas. El animal se encontraba atrapado en un círculo dorado. En la lengüeta con la que marcaba la página se podía leer mi nombre, "Terrwyn", grabado. Mi madre me lo había dado cuando yo era muy pequeña, ese mismo día, ella murió; sin tener ocasión de explicarme nada más acerca de él. Tan solo me dijo que lo guardara bien, cerró la puerta de mi habitación y no la volví a ver. Desde entonces he ido cambiando de colegios, siempre que pudiera quedarme interna en ellos. Este último año llegué al colegio Saintsbourgh desde Wales, donde había pasado los últimos tres años.

Anduve hasta el baño, llené un vaso con agua y me la bebí toda de un trago. Después volví a mi cama y abrí el libro. No habrían pasado ni diez minutos cuando oí ruidos en el pasillo. Debería haberme levantado a mirar, pero no lo hice y seguí leyendo. En un segundo la puerta de mi pequeña habitación se abrió de golpe, con fuerza. Una chica, de unos 13 años, entró sofocada. Parecía asustada, pero tenía una expresión valiente y ligeramente familiar en sus ojos marrones. Conocía esa expresión. Puede que no tuviera muchos amigos, pero era observadora, y sin duda aquella niña era una de las hermanas de Peter Pevensie. Tenía el pelo color avellana, largo, recogido en una coleta a un lado. Ella era bellísima, con la piel radiante llena de pecas, como la mía. Llevaba puesto el uniforme del colegio, pero la camiseta se le había salido y no llevaba la corbata. Me miró rápidamente, analizándome

.-¡Tú!-dijo señalándome con el índice- ¿Cómo te llamas?

La miré, perpleja. ¿Qué derecho tenía ella a entrar de aquella forma en una habitación ajena? Cerré el libro con el marca páginas colocado en su sitio y lo dejé en la mesilla.

-Terrwyn. Pero eso qué importa. ¿Quién eres tú, y por qué has entrado así en MI habitación?- dije resaltando el "MI".

-No hay tiempo para esto. ¿Eres zurda? La pregunta me dejó aturdida.

-Sí, ¿Cómo lo sabes?-pregunté extrañada.

-Eso no importa.

¡Toma!-dijo entregándome una pequeña daga con empuñadura de cuero. ¡Lánzala!

Cogió un lápiz de mi escritorio y pintó un pequeño agujero en la pared.

-¿Qué? No pienso lanzar esta cosa.

-¡Hazlo!-dijo furiosa.

-¡No! ¡Explícame qué está pasando aquí!

-¡No hay tiempo! ¡Lánzala!-dijo cada vez más nerviosa. No paraba de observar el pasillo.

-¡No!

-¡Lánzala ya!

Entonces, agobiada por la alterada forma de actuar de la chica, agarré con mi mano izquierda el filo la daga y la lancé al punto. Ni siquiera apunté, nunca había cogido un arma, mucho menos lanzarla. Pero la daga se clavó perfectamente en el agujero. Yo me quedé mucho más sorprendida que la chica que estaba en frente de mí.

-¡Lo sabía!-dijo ella sonriendo mientras arrancaba la daga de la pared

-¡Lo sabía!

-¿El qué? ¡Quieres explicarme qué está pasando!

-No hay tiempo, tienes que venir conmigo-dijo, agarrándome la mano.

-No me pienso ir a ningún sitio hasta que me expliques qué está pasando-exclamé dando una patada en el suelo- ¡Y me arregles la pared!

Esto último hizo reír a la chica, pero aun así, seguía muy nerviosa.

-Sí que vas a venir. Me agarró del brazo y tiró con fuerza. Intenté coger mi libro, pero solo pude arrancar el marca páginas de él, haciendo que varias páginas se rompieran. Me lo metí en el bolsillo mientras la chica me arrastraba por el pasillo.

-¿A dónde vamos?-dije yo.

-Ya lo verás. Por cierto, me llamo Lucy.

Lucy siguió tirando de mí hasta las habitaciones de los chicos, en la parte norte.

-No podemos entrar ahí. Son las habitaciones de los chicos-dije asustada. Yo nunca me había saltado las reglas.

-¡No es para tanto!

Lucy siguió arrastrándome hasta llegar a la habitación 224.
En el colegio, al ser interno, había 100 habitaciones para una persona y 300 para compartir entre dos.
Las de la primera planta, como la mía, eran individuales; sin embargo, ya estábamos en la segunda planta, no me había dado cuenta de lo rápido que habíamos ido hasta llegar allí. Lucy llamó a la puerta y alguien la abrió, dejándonos pasar.

Observé cada centímetro de la habitación. Era el doble de grande que la mía, pero aun así era pequeña. Las paredes eran de color verde claro, pero con el tiempo se habían quedado blanquecinas. Había dos camas con cabeceros de madera, una a cada lado de la sala, y un armario a mi izquierda. Los dos escritorios estaban frente a la ventana, desde la que entraba mucha luz. Colgaba de una de las barras de las cortinas, un pequeño robasueños. Cuatro plumas colgaban del aro, y dentro de éste, se entrelazaban hilos y pequeñas cuentas de arcilla. En el centro del aro estaba el símbolo de mi marca páginas, un pequeño león dorado rugiendo, con las patas delanteras levantadas. Lo miré atentamente, fijándome en cada detalle para asegurarme que, ciertamente, era igual que mi marca páginas. No había ningún cuadro en las paredes. En sí, la habitación era bastante sosa.

En una de las sillas de los escritorios estaba sentado Peter Pevensie, mirándome fijamente. En la cama de la izquierda, sentada encima de las sábanas perfectamente estiradas estaba una chica alta. Tendría unos 16 o 17 años; era muy guapa. Tenía el pelo marrón oscuro recogido en una trenza, unos labios rosados perfectos, y una nariz respingona. También tenía pecas, como Lucy. Su mirada verde, muy seria, me observaba con tristeza. Era delgada, como Lucy, y estaba sentada con las rodillas juntas y la espalda muy recta. Sus manos se apoyaban en sus rodillas. Llevaba puesto el uniforme del colegio, con la corbata perfectamente anudada y la falda a la mitad de las pantorrillas. En la otra cama, ésta desecha, estaba apoyado en la pared un chico de mi edad, de unos 16 años. Tenía el pelo negro, así que supuse que fue el chico que siguió a Peter en las escaleras. Su piel era pálida, con pecas, tenía los labios secos y cortados. Sus ojos oscuros me miraron, aunque al instante se movieron en otra dirección, evitándome. Era fuerte, se le notaba. Su uniforme estaba arrugado: la camisa se le había salido de los pantalones y los botones superiores de esta estaban desabrochados. Todos parecían cansados, pero no un cansancio físico de haber estado corriendo; sino un cansancio metal. Parecían haber estado mucho tiempo dándole vueltas al mismo tema, una expresión que yo conocía a la perfección gracias a mi madre. Ella era abogada, así que estaba familiarizada con los problemas que no dejan dormir. Cuando dejé de observar la habitación y bajé la mirada vi que los jóvenes de la habitación me estaban mirando. Compartían una mirada y una forma de comportarse que les caracterizaba. Ellos eran los Pevensie.

-¡Peter! La he encontrado. Es ella -exclamó Lucy.

Peter se levantó de la silla mientras me analizaba con la mirada.
-¿Estás segura, Lucy?-preguntó con una ceja arqueada.

-Sí, no os miento.

-Es que no parece... No es lo que me esperaba según la leyenda-dijo Peter dudando.

-Perdonad, ¿Podéis explicarme qué está pasando aquí?-intervine yo, confundida.

-Peter, es ella, no tenemos tiempo. Solo se lo podemos explicar allí. Caspian-enfatizó- se lo explicará todo.-dijo Lucy nerviosa.

Cuando Lucy pronunció ese nombre, Caspian, la chica sentada en la cama se incorporó de forma nerviosa.

-¿Estás completamente segura, Lucy?-dijo Peter.

-¡Sí! Además la he visto lanzar. ¡Es ella!-exclamó Lucy, harta de que no la creyeran.

-Espera. ¿La has visto lanzar?-preguntó el chico a mi derecha.

-Sí. Es ella.-repitió, cansada; sin embargo, su rostro no tardó en iluminarse nuevamente, presa de la excitación

- Peter ¡podremos volver a Narnia! ¡Vamos!

-Entonces no hay más que hablar.

-¿Hola? Quiere alguien explicarme qué está pasando-dije yo, harta de que nadie me hablara.

-Ahora se te explicará todo, Terrwyn-dijo el chico a mi derecha.

-¿Cómo sabes mi nombre?

-Todos lo saben- fue lo único que dijo Peter

-Pero ¿Cómo vamos a llegar a Narnia?-preguntó la chica de la cama.

En ese momento el robasueños empezó a girar. Aquello llamó mucho mi atención porque las ventanas estaban cerradas y no había ninguna corriente que lo hiciera moverse. Siguió girando y girando cada vez más, formando un torbellino de viento. Mi pelo se agitaba cada vez más. El viento que se formó en la habitación me arrastraba. Tuve que agarrarme a la cama para no caerme. De repente las paredes y todos los objetos de la habitación desaparecieron. El viento paró al instante. A mi alrededor ya no había muebles de madera, ni libros; sino árboles por todas partes. ¡Estaba en un bosque! ¿Cómo era posible? Todos los hermanos empezaron a reírse ante mi cara: estaba claro que todo aquello les parecía normal; tardé poco en ser consciente de que Peter y la chica mayor parecían a punto de llorar.

-Bienvenida a Narnia, Terrwyn-me dijo Lucy.

-¿Cómo hemos llegado a un bosque? ¿Qué es todo esto?

-Esto es otro mundo, Terrwyn. Un mundo mágico, otra realidad, a la que no todos tienen la suerte de llegar. Nosotros somos los reyes de este país. Aquí los árboles se mueven, los animales hablan y las cosas no son lo que parecen. Te costara adaptarte a ello, pero te encantará. Ya lo verás-me dijo Peter
-Por cierto yo soy Peter, el Magnífico, sumo monarca de Narnia.

-¿Hacía falta añadir eso?-dijo su hermano, desdeñoso.

-Ella es Lucy, mi otra hermana es Susan- ésta me sonrió- y este, es Edmund.

Edmund me miró de soslayo, no parecía contento de que yo estuviera aquí. Pero la verdad era que, en ese momento, los sentimientos de ese chico suponían la menor de mis preocupaciones.

-A ver si me he enterado. Me estáis diciendo que estoy en un mundo fantástico, con animales parlantes. ¿Y vosotros lo gobernáis? ¿Cómo?

-Así lo decía la profecía. Llegamos hace tres años. El tiempo pasa diferente en Narnia, desde que nosotros llegamos por primera vez han pasado 1302 años, creo- dijo Susan.

Una parte de mí no entendía nada de lo que me estaban contando, es más, pensé que estaban locos. Pero, de alguna manera, a la otra parte todo aquel universo le resultaba familiar. Como si lo hubiera soñado ya.Decidí que lo mejor era obedecer a la parte que parecía no haber perdido la cabeza.

-Esto es de locos. No puede ser.

-Sí, puede ser-dijo Edmund molesto.
Incliné levemente la cabeza hacia Edmund, y pensé en lo irritante que podía llegar a ser.

-¿Y por qué me habéis traído aquí?Los cuatro hermanos se miraron entre ellos, dudando. Al final Susan me rodeó con su brazo por la espalda y me dijo:

-Mejor te lo contamos luego.

Quería que me contestaran todas las preguntas que me surgían pero no quería molestarles. Parecían estar disfrutando de todo eso, incluso yo lo hacía. Comenzamos a caminar hacia un castillo cercano mientras los Pevensie intentaban explicarme algunos detalles sobre Narnia, aunque para mí, fueron pocos.Pasada una media hora, el castillo estaba por fin, frente a nosotros. El puente levadizo bajó y la reja fue levantada por un minotauro. ¡Un minotauro! Sin embargo aquel ser no reparó en mí, y los Pevensie estaban demasiado maravillados con su "regreso a Narnia" como para hacer caso de nada más.Todas las personas que se encontraban en el patio del castillo se giraron en nuestra dirección cuando el minotauro, después de observar a los hermanos, dijo:

-¡Los reyes han vuelto!

La gente comenzó a aplaudir y a acercarse a nosotros, sonriendo ampliamente y alzando los brazos al cielo. De unas escaleras bajó un muchacho de unos 19 o 20 años. Era alto, con el pelo moreno que le llegaba hasta la barbilla, y la sombra de una barba en las mejillas. Era muy guapo y, bajo las telas medievales con las que iba vestido, se podía ver que se entrenaba y estaba fuerte. Al vernos, vino corriendo hacia nosotros con una sonrisa en los labios. Susan también empezó a correr hacia él. Cuando se encontraron se fundieron en un profundo beso. Se abrazaron tiernamente mientras todos los que se habían acercado vitoreaban, como si ya hubieran vivido aquella escena. La sonrisa que se escapaba de la boca de Susan no dejaba duda de que él debía de ser Caspian. Edmund puso cara de asco y Lucy se rio. Después Caspian vino hacia nosotros.

-¡Peter, Edmund, Lucy! ¡Jamás me habría esperado ésta llegada, y tan pronto! Pensé que nunca regresaríais-dijo mientras le daba la mano a Peter, una palmada en el hombro a Edmund y un abrazo a Lucy.

-Y nosotros, pero hemos encontrado a Terrwyn-dijo Peter.

Los ojos de Caspian por fin se fijaron en mí y yo bajé la mirada al instante.

-¿Es ella?

-Sí- exclamó, orgullosa y contenta, Lucy.

-La leyenda no la describía... así-dijo mientras me miraba con ojo observador.
Finalmente lo solté todo:

-¡Sí! Al parecer no soy como la leyenda. No entiendo nada de lo que está pasando. No sé quién soy para vosotros, pero como no me queréis aquí me iré, si me decís cómo. Siento haberos arruinado los planes. Este mundo parece maravilloso, y de verdad que siento haberos decepcionado-grité.

Después empecé a andar hasta el puente, pero una mano me agarró del brazo y me devolvió a donde estaba hace un momento.

-Lo siento pero no he hecho tantos esfuerzos por volver para que ahora tú te quieras largar-dijo Edmund arrastrándome-.

-Muy bien, pues explicadme qué es eso de la leyenda.

-De acuerdo, será mejor que paséis dentro, reyes-dijo Caspian, de la mano de Susan.

Nos hizo una seña para que entráramos dentro. Abrieron unas grandes puertas de madera que nos llevaron directamente a una grandísima sala con paredes de mármol. Los techos eran altísimos, las paredes brillaban y al fondo había cuatro tronos dorados. En las paredes de mármol había talladas escenas de batallas. Los protagonistas de esas escenas no podían ser otros que los Pevensie. Reparé en una de las escenas. Salían Susan y Caspian besándose; no sé cómo habrían captado ese momento con tanta exactitud pero era realmente bonito. Peter, Edmund, Susan y Lucy corrieron a sentarse en los tronos. Supe entonces que estábamos en la sala del trono, bueno, de los tronos. Caspian se colocó en el centro y yo me quedé allí parada, esperando. No había nadie más en la sala, por lo que el eco resultaba atronador.

-Antes de que nuestros reyes llegaran a Narnia por primera vez, hace más de quince siglos; Aslan se le había aparecido a un enano, contándole una leyenda. Esa leyenda ha permanecido en nuestra cultura desde entonces, esperando a que algún día se cumpliera. La leyenda cuenta que un día llegará una hija de Eva, traída por los monarcas, que tendrá tanto poder que podría volver a despertar a la Bruja Blanca, si ella lo deseara. En sus manos descansará la opción de estar al lado de la bruja, o contra ella. La muchacha traerá la paz eterna, o la guerra eterna: eso solo lo podrá elegir ella. Se la reconocerá por su nombre, Terrwyn. Ella será zurda, tendrá la mejor puntería que se haya conocido en Narnia, mejor que la dela reina Susan y portará con ella una insignia de Aslan. Tendrá más poder del que ella se imagina. Pero el plazo para encontrarla acabará en la tercera luna llena del año 2303 narniano. Aunque para los monarcas, solo transcurrirán siete meses desde su último retorno de Narnia- recitó Caspian.

Me quedé en el sitio, yo no podía ser esa chica. Debían de haberse equivocado. ¿Yo? Que nunca he usado un arma. ¿Yo? Que jamás he sido valiente, hasta para levantar la mano en clase. ¿Yo? Que siempre he seguido ciegamente lo que me decían los demás, sin que importara mi opinión o intereses.

-Pensábamos que serías tú-dijo Peter.

-Debe...debe de ser un error. Yo no tengo ningún poder, no puede ser.

-Se nos estaba acabando el tiempo. Solo quedaban dos semanas cuando Lucy reparó en ti por el colegio. Desde entonces hemos estado observándote-dijo Susan.

-No puede ser. De verdad que no tengo ningún poder.

-Eres tú. La leyenda dice que tienes más poder del que imaginas. Eres zurda, tienes buena puntería... No llevarás contigo una insignia ¿no?-preguntó Peter.

Saqué entonces mi marca páginas del bolsillo y brilló con la luz. Se lo enseñé a los reyes.

-Eres tú-susurró Edmund- Terrwyn, la poderosa. Todos me miraban. Susan parecía entusiasmada, Peter me observaba seguro, Lucy parecía estar feliz, Caspian parecía confiar en mí, pero Edmund estaba asustado y serio. En ese momento mi cuerpo no lo soportó más y me desmayé.

----------------------

''Bueno, ese era el primer capítulo. ¿Qué os ha parecido? Espero que, igual que a mí, os haya devuelto al niño que llevamos dentro,ese del 2006 que veía la película de Narnia fascinado. Dentro de una semana llegará el siguiente -Victoria.''


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Capitulo dos. Canción de Cuna



Les dejo esta canción, luego entenderán por que que las dejo.

''Antes de que leáis el segundo capítulo quería agradecer rápidamente a todos por leerlo y hacer que las visitas suban tan repentinamente. Así que ¡GRACIAS! Y vale, ya me callo y dejo de molestar.
PD: Recomiendo leer el final del capítulo con la canción "The call" de Regina Spektor.''


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"I have come home at last! This is my real country!

I belong here. This is the land

I have been looking for all my life,

though I never knew it till now...

Come further up, come further in!"


Al despertarme pensé que todo aquello había sido un sueño. Me encontraba en una habitación con tres camas más. Las paredes eran de piedra y hacía frío. Casi no había muebles, aparte de las camas y dos armarios. Pasé las manos por la cama y reparé en que las sábanas eran muy bastas y viejas.
Busqué a tientas en el bolsillo de mi falda para encontrar mi marca páginas, pero no había ningún bolsillo en el que buscar. Miré hacia abajo y vi que no llevaba puesto el uniforme del Saintsbourgh. Me levanté de la cama de un salto y con el corazón latiendo a una velocidad más rápida que la normal. En el suelo había muchas alfombras que hacían cómodo el contacto con mis pies descalzos. Analicé mejor la ropa que llevaba puesta. Un vestido morado y marrón, con aire medieval, me llegaba hasta los tobillos. En general yo no solía prestar atención a los vestidos o faldas que me ponía, pero aquella tela era digna de ser vista. Pensé que sería incómodo caminar con él, pero resultó agradable ya que era muy ligero y no se ceñía en ninguna parte. Busqué algún tipo de compartimento en la sala donde pudiera estar mi marca páginas. Al no encontrarlo me asusté, era el último recuerdo que me quedaba de mi madre. Deshice la cama entera y tanteé pero tampoco estaba allí. Me disponía a abrir la puerta para salir cuando ésta se abrió.
Apareció Peter, vestido con unos pantalones azules y una camisa blanca, también medieval. Parecía mucho más alegre que cuando estábamos en el Saintsbourgh.

-Buenas tardes-me dijo al entrar.

Me aparté de la puerta y me senté en la cama, bajando la mirada. No podía tratarle igual, sabiendo que era un rey. Él me miró sin comprender mi actitud.

-¿Te ocurre algo?-dijo mientras se sentaba en la cama más cercana, en frente de mí.

-Esto... No, su majestad. Tan solo me encuentro desorientada. Y no encuentro mi insignia.

-No me llames así, somos amigos ¿No?

Nunca habría pensado en considerarme amiga de Peter Pevensie, aunque después de haber pasado por todo esto, podría decirse que ya era más cercana a él de lo que sería cualquier chica en el colegio.

-Supongo... supongo que sí- titubeé.

Peter sacó algo del bolsillo de sus pantalones. Algo envuelto en tela. Me lo tendió y lo desenvolví. Era mi marca páginas. Una gran alegría recorrió todo mi cuerpo, los calores que me habían subido al rostro desaparecieron y el nudo en el estómago se deshizo. No podía permitirme perder aquel precioso regalo.

-Gracias, Peter.

-No hay de qué, es tuyo. ¿Cómo te encuentras?

-Bien. Tan solo esperaba que todo esto fuera solo un sueño.

-¿Por qué? –parecía ofendido.

-Esto no es para mí. No sabré hacer nada de lo que dice esa leyenda. No soy como os esperáis-dije agobiada y harta de defraudar a la gente que confiaba en mí.

Peter sonrió y me miró a los ojos, travieso.

-¿Y cómo crees que te esperamos?

Tardé un instante en responder, pero cuando lo hice, contesté con decisión.

-Pues valiente. Guerrera, inteligente y... poderosa.

-Mira Terrwyn. Te contaré algo: cuando nosotros llegamos aquí tampoco pensábamos ser los reyes de este lugar. Solo éramos unos críos asustados que no sabían dónde estaban. Tardamos un tiempo en darnos de cuenta de que los narnianos nos necesitaban. Pero cuando lo hicimos todo cobró sentido- parecía estarse librando de una gran carga al contarme todo aquello-, y lo mismo ocurrirá contigo. Te lo prometo.

Supongo que debía ser difícil aparentar que todo iba bien siendo el rey de Narnia y teniendo que cuidar de tu pueblo.

-¿Seguro?-no pensaba que aquello se fuera a repetir conmigo.

-Seguro.

Después Peter se levantó de la cama y sacó unos zapatos del armario. Eran de un color marrón oscuro. Los tiró en el suelo cerca de mí y me los calcé. Eran cómodos, amortiguaban mis pasos y se podía correr con ellos.

-Será mejor que conozcas un poco este lugar y a su gente.

Peter abrió la puerta y me dejó salir primero haciendo un gesto teatral con su mano.

-No es lo que más deseo si te digo la verdad-susurré nerviosa.

Bajamos una escalera de caracol hecha de piedra y salimos del castillo hasta un gran patio con suelo adoquinado. Había mucha gente por allí. Algunos muchachos hablaban con los centauros en los establos; dos faunos tocaban sus flautas cerca del pozo, que se encontraba justo en el centro del patio; tres chicas cargaban con cubos hasta el castillo, mientras dos hombres y un minotauro llevaban cajas con comida.
Corriendo cerca de las escaleras había un tigre y un chiquillo que no tendría más de cuatro años. Ahogué un grito, pero el tigre solo intentaba que el niño no se cayera mientras bajaba.
Peter y yo avanzábamos por el patio. Cerca del puente vi a Susan y a Lucy, las cuales llevaban vestidos parecidos al mío. El de Susan era verde y marrón; el de Lucy rosa y rojo, y debo decir que les sentaban muy bien. Reparé en que ambas llevaban armas: Susan portaba un carcaj de marfil blanco con flechas rojas a la espalda y un arco en la mano, Lucy llevaba un cinturón en el que había una pequeña botella de cristal con un líquido rojo y una daga blanca y con empuñadura de cuero marrón. Estaban conversando y riéndose. Nos vieron caminando a Peter y a mí hacia ellas y se acercaron.

-Buenas tardes Terrwyn- me dijo contenta, Lucy.- ¿Te gusta el castillo?

Peter contestó por mí:

-Por ahora solo ha visto una de las habitaciones para enfermos y el patio así que no creo que lo conozca mucho, Lucy-dijo riendo.

-También ha visto la sala del trono, no te olvides-apuntó Susan.

Antes de que pudiera decir nada alguien me empujó por la espalda y tropecé, cayendo en los brazos de Peter. Me cogió sonriendo mientras miraba qué ocurría. Como estábamos cerca del puente me subí a una plataforma desde la que se levantaba la reja del castillo gracias a una gran manivela, la cual requeriría una fuerza que yo no tenía. Desde allí podía ver a varios hombres, no todos humanos, entre ellos el que me había empujado, formando un amplio círculo. En el medio estaban Caspian y Edmund, luchando con espadas. Ambos llevaban armaduras plateadas y cotas de malla. Ninguno de ellos llevaba casco.

-¿Pero qué hacen?- pregunté asustada a Peter.

-Solo practican-contestó subiendo conmigo a la plataforma.

Reparé en sus rostros. No estaban enfadados, es más, reían y se hacían comentarios graciosos el uno al otro mientras paraban estocadas, mandobles y fintas. El círculo ovalado de personas se movía mientras ellos daban pasos, girando alrededor del patio.

-¿No es muy peligroso?

-Estás en Narnia, todo es peligroso-contestó Lucy riendo.

Miré a Edmund. Era muy diestro con la espada. Contestaba a todos los movimientos de Caspian, golpeando de vez en cuando la armadura de su contrario.

-¿A eso lo llamas luchar?-le espetó Caspian- Pareces desentrenado.

-Llevo más de seis meses allí, déjame disfrutar-contestó Edmund.

Siguieron luchando varios minutos más hasta que las espadas de ambos acabaron muy cercanas a sus cuellos, bloqueándose el uno al otro. Todo el mundo gritó y aplaudió, considerándolo un empate.
Ellos separaron sus armas y se dieron un abrazo. Pronto todo el mundo volvió a sus quehaceres. Peter saltó de la plataforma, cosa que hizo que Susan pegara un gritito. Edmund y Caspian se acercaron a los demás Pevensie, y a mí. Yo bajé de la plataforma por los escalones de piedra. Tan solo eran cinco o seis, pero tenía miedo de saltar, después me acerqué a Peter.

-¿Lo habéis visto? Vuestro hermano está muy desentrenado, más le vale ponerse en forma-dijo Caspian mientras daba una palmada en la espalda de Edmund.

-No es verdad. Ha sido un empate. Tengo un talento innato-dijo Edmund riendo.

-¿Y esto es habitual?-le susurré a Peter, pero Caspian debió oírme.

-¡Pues claro! Aunque no disfrutaba de un combate tan igualado desde la última vez que vinisteis.

Caspian se acercó a Susan y le dio la mano. Edmund fijó la vista en las manos entrelazadas de la pareja, después nuestras miradas se cruzaron un instante, para que después los oscuros ojos de Edmund volvieran a su letal espada.

-¿Quieres seguir viendo el castillo?- me preguntó Peter.Asentí tímidamente, aquella reunión familiar me estaba comenzando a parecer incómoda.

-Perfecto, yo te...

-¡Yo lo haré!-dijo Lucy, interrumpiendo a Peter.- Así podremos conocernos mejor.

Asentí de nuevo. Lucy me cogió de la mano y me arrastró por el patio. Dirigí una última mirada a Peter que me miraba sonriendo y con un pulgar hacia arriba. Edmund también me estaba mirando, pero de una forma enigmática y serena.

-¿Por dónde quieres empezar?

-No conozco nada así que elige tú-dije amablemente.Nunca se me había dado bien hacer nuevos amigos, aunque con Peter había resultado sorprendentemente fácil.

-Sé el sitio perfecto. ¡La cocina!

La seguí mientras Lucy se dirigía a la puerta de madera por la que antes habían entrado los hombres con las cajas. Atravesamos la puerta y entramos en una gran habitación con varias mesas largas. Encima de ellas había cajas con fruta y verdura. Había varios armarios que supongo, contendrían más alimentos. Varias mujeres se afanaban en preparar un gran pastel de fresa y nata, mientras dos hombres pelaban patatas y zanahorias. Lucy anduvo hasta el pastel y pasó un dedo por la nata. Se lo metió en la boca y continuó andando. Mientras tanto todas las personas se inclinaban cuando ella pasaba.
Después, al levantarse de la reverencia me miraban a mí, intrigadas. Susurraban cosas que yo no llegaba a oír.

Me acerqué a Lucy y le pregunté:

-Lucy, ¿Cuánta gente conoce esa leyenda?

-Pues todo el mundo, por supuesto.

-¡Ah, genial!- dije irónica.

Salimos de la cocina por otra puerta que llevaba al interior del castillo. Recorrimos salas y pasillos con cuadros y tapices en las altas paredes de piedra.

-Entonces aquí ¿Todos los animales hablan?

-No todos, pero sí la mayoría. ¿Puedo hacerte una pregunta?

-Por supuesto.

-¿Nada de esto te resulta familiar? Es decir, eres parte de la historia de Narnia, eso es algo que no se olvida.

-Bueno, en realidad todo me parece familiar y a la vez nada. Es como si lo hubiera soñado, pero en un sueño muy lejano. No recuerdas los detalles pero sabes que te suena de algo. ¿Te pasó a ti?

-Sí. Les hice esta misma pregunta a mis hermanos pero para ellos nada de esto les resultó familiar nunca, hasta que estábamos ya aquí.

-¿Eso quiere decir algo?

-Intento decirte que vas a ser muy importante. ¿Sabes qué? Yo fui la que encontró Narnia hace tres años. Mis hermanos no me creyeron hasta que vinieron. Es más, Edmund vino una vez y cuando se lo fui a decir a Susan y a Peter, lo negó. Tuvimos bastantes problemas con él la primera vez que estuvimos en Narnia.

-¿Qué ocurrió?- pregunté curiosa.Lucy se puso un poco nerviosa.

-Eso te lo tiene que contar Caspian. Solo te diré que pasó algo con la Bruja Blanca.

-¿La Bruja Blanca? Eso lo mencionó el rey Caspian en la leyenda.

-Terrwyn, no te lo puedo decir. Esta noche te lo contarán todo.

Seguimos caminando en silencio mientras Lucy me enseñaba habitaciones, pasadizos secretos y pasillos. Bajamos unas escaleras de piedra que llevaban a un amplio pasillo frio.

-Aquí están nuestros dormitorios. ¿Quieres verlos?

-Claro. ¿Dónde dormiré yo?

-Hay una habitación libre entre la mía y la de Edmund. Ahora te la enseño.

Primero entramos en la habitación de Lucy. Solo llevábamos aquí unas horas, pero su habitación ya estaba llena de cosas. Era una sala muy grande. En la pared de enfrente había un gran ventanal desde la que entraba mucha luz. En la pared de la izquierda había un tapiz grande en el que había un gran león y una niña pequeña con una corona de flores metálicas encima de sus mechones rizados de pelo castaño.

-¿Eres tú, verdad?

-Sí, ese es Aslan.

-Aslan...-repetí, casi saboreando el nombre. Un nombre que me hacía recordar buenos momentos con mi madre en el parque, al comenzar la primavera

-¿Quién es exactamente?

-Aslan es el creador de Narnia, hijo del Emperador Más Allá de los Mares. Es nuestro protector, pero rara vez aparece. Es un león parlante, es muy bueno-dijo Lucy con los ojos brillantes. Podía percibir la admiración con la que hablaba de él.

Una semana antes, incluso unas horas antes, me habría resultado sorprendente que adoraran a un león casi como si fuera un dios. Pero aquello era Narnia, y todo era diferente.
Seguí recorriendo la habitación mientras Lucy me observaba divertida. A la derecha había una cama con dosel. Las sábanas eran blancas, al igual que el dosel.
Bajo el tapiz que había visto había un escritorio con muchos pergaminos en blanco, listos para ser rellenados con tinta. Había también un tintero y una pluma. También había pergaminos con dibujos extendidos por toda la mesa. Junto a la cama había un armario y en el suelo había una alfombra con motivos florales.

-Es una habitación preciosa, Lucy.

-Gracias- se acercó a la mesa y cogió uno de los pergaminos con dibujos.

- Mira, este es un mapa de Narnia, aunque bastante reducido. Quédatelo.

-De acuerdo-cogí la pluma y se la tendí a Lucy. -¿Podrías marcar dónde estamos?

Ella cogió la pluma, la mojó en el tintero y dibujó una pequeña cruz.

-¿Ves este cabo de aquí, cercano a la playa?-dijo mientras lo señalaba con el dedo.Yo asentí.-Era Cair Paravel. Fue el castillo donde vivimos, hace ya más de mil años. Ahora son solo ruinas.

Cogí la pluma y apunté el nombre del lugar en el cabo que Lucy había señalado.

-¡Venga! Vamos a ver la habitación de Edmund-dijo cuando acabé.

Salimos de su habitación para recorrer el pasillo que nos llevaría a la habitación de Edmund y entramos. Tampoco fue muy diferente a la de Lucy, aunque las sábanas eran de color azul y no había dosel. El tapiz de la pared izquierda también tenía a Aslan, pero con Edmund luciendo una corona plateada a su lado, en vez de Lucy. El escritorio de Edmund estaba intacto y al lado de la ventana había colocado una espada reluciente.

-No son muy diferentes-comenté.

-Solo hemos estado aquí unas horas, no nos ha dado tiempo a ponerlas a nuestro gusto.

Caminé por la habitación mientras Lucy sacaba ropa del armario de Edmund, para ordenarla de nuevo, pero de otra forma, algo que no comprendí.¿Por qué sacar la ropa para volver a dejarla en el mismo lugar? Abrí uno de los cajones del escritorio y encontré envoltorios de dulces en los que ponía "Delicias turcas". Cerré el cajón y abrí otro. En él solo había una daga y una linterna.
Cogí la linterna y pulsé el botón, salió mucha luz de ésta así que la apagué y la guardé en su lugar. No parecía tener nada digno de cotillear. En el último cajón encontré una nota. La desdoblé. Solo tenía unas cuantas líneas escritas con mala caligrafía en las que ponía:

"Terrwyn. Zurda, buena puntería, poderosa, insignia de Aslan."

Describía lo que sabían de mí según la leyenda, pero al final ponía una palabra que me hizo guardarme la nota en el zapato.

"AMENAZA".

Lucy acabó de guardar la ropa de Edmund en el armario cuando éste entró en la habitación.

-¿Qué estáis haciendo aquí?-preguntó enfadado.

-Le enseñaba el castillo a Terrwyn.

-¿Tenías que entrar en mi habitación?

-Es parte del castillo, además no te ha dado tiempo a ensuciarla.

-¿Y si tengo un dragón custodiándola y os devora?

Yo abrí los ojos sorprendida, lo que hizo reír a Lucy.

-Edmund, tú y yo sabemos que aquí nunca entraría un dragón. Además, creo que jamás te harás amigo de uno como para que te cuide la habitación.

Edmund me miró y vio el cajón abierto. Pensé rápidamente en una respuesta mientras cerraba el cajón de una patada.

-Buscaba... delicias turcas.

Lucy se rio, pero Edmund me miró nervioso.

-Vámonos Terrwyn, solo queda una hora para la cena. Edmund,-le miró de arriba abajo- arréglate un poco.

Salía junto a Lucy cuando Edmund me agarró del brazo con fuerza.

-No vuelvas a entrar en mi habitación, nunca- me susurró con un tono amenazador.

Sus ojos oscuros estaban clavados en los míos, mirándome con una mezcla de furia y miedo. Asentí y corrí a la salida. Lucy me esperaba en frente de la puerta que daba a mi nueva habitación.

-Bueno, en el armario tienes ropa que te valdrá. Voy a cambiarme, nos vemos en el comedor en una hora.

Me guiñó un ojo y se metió en su dormitorio. Agarré el pomo de la puerta y entré en la habitación. Era muy parecida a la de Lucy, salvo que no había ningún tapiz y el dosel era azul cielo.
Dejé el marca páginas y la nota de Edmund en uno de los cajones del escritorio y miré el armario en frente de mí. Medía casi dos metros y era de madera pulida. Abrí ambas puertas y me encontré todo tipo de vestidos, los había de todos los colores y tamaños. Pasé la mano por las telas: seda, lamé, tul, satén, terciopelo... Y aquellos eran solo unos pocos. Cada vestido era único. Llevaban brocados, encajes y bordados ingleses. Aunque no me hiciera mucha ilusión ponerme ninguno elegí uno azul y morado que me llegaba por las rodillas.
Me lo puse y me miré en el espejo que había en una de las esquinas de la habitación. Se apretaba un poco en la zona de la cintura, pero era cómodo. La tela morada y azul caía hasta las rodillas sin producir ningún tipo de vuelo. Rebusqué por la habitación hasta encontrar un cepillo en un baúl. Recogí mi pelo castaño claro en una coleta alta y me puse unas sandalias abiertas de color negro.
Busqué en el baúl debajo de la cama donde había encontrado el cepillo por si hubiera algún libro, pero no había ninguno. En realidad no necesitaba ninguno, ya estaba viviendo mi propia fantasía, por muy aterrada que me tuviera. Salí de la habitación y me choqué con alguien al dirigirme a las escaleras. Levanté la cabeza y vi a Peter a mi lado.

-¡Vaya Terrwyn! Estás preciosa.

Ese comentario me hizo sonrojar y bajé la cabeza.

-Gracias, tú también estás estupendo.

Llevaba unos pantalones negros y una camisa blanca. Encima llevaba una chaqueta marrón. Se había peinado su pelo rubio y olía a canela.

-¿Vas al comedor?

Asentí.

-Perfecto, yo también.

Cuando íbamos a subir las escaleras una de las puertas de las habitaciones se abrió y salió Edmund. Llevaba unos pantalones de color azul marino y una camisa morada muy oscura, junto con unas botas marrones. Me puse muy colorada, porque íbamos a juego. Él me vio y arqueó las cejas, sorprendido. Me miró con curiosidad y en sus labios pude ver una sonrisa auténtica que, lamentablemente duró solo unos instantes.

-¿A que está muy guapa, Ed?

Edmund asintió, pero después dijo:

-Creo... creo que voy a cambiarme. Luego os veo.

***
El comedor era una gran sala de paredes altas de piedra. Las puertas por la que entramos Peter y yo eran altas, de madera pulida con escenas talladas en ellas.
En varias de ellas, como ocurrió en la sala del trono, aparecían los Pevensie. Aunque en otras de las escenas se veía a Aslan, el Gran León, luchando contra una mujer alta y delgada que portaba un cetro con un copo de nieve en la punta. Entramos en el comedor. Las paredes más largas tenían tapices y cuadros colgados mientras que en la que teníamos en frente aparecía una gran vidriera de colores vivos. En ella se veía a Aslan y a dos muchachos llevando en un cojín dos anillos pequeños, uno verde y otro amarillo. Les rodeaba un bello paisaje narniano en el que inundaban los pájaros y los árboles danzantes. El techo era una bóveda de piedra por la que se entrecruzaban arcos de mármol. En el centro de la sala había una larguísima mesa de madera barnizada.
Muchísimas sillas estaban colocadas a los lados. Encima de la mesa había un mantel de lino blanco con motivos frutales hilados a mano. Varias personas corrían de aquí para allá, colocando platos, cubiertos, copas y centros de mesa. Salían y entraban por dos puertas en los laterales que, supuse, llevaban a la cocina. Otros elegían sitios en la mesa. Alargaban los brazos hacia el centro midiendo hasta dónde llegarían para coger más comida, aunque aún no se había servido nada todavía. Vi faunos, centauros y otras criaturas vistiendo sus mejores galas y sentándose. Tres ratones hablaban con una mujer exigiendo que se les colocaran mejores asientos porque no alcanzaban a servirse. Uno de ellos vio como Peter y yo entrábamos y se dirigió a nosotros. Medía unos 30 centímetros y llevaba una espada en el finto. Vino a cuatro patas hasta nosotros para después sostenerse en las dos traseras.

-Su majestad, buenas noches-dijo el roedor, inclinándose con una reverencia hasta tocar con la punta de sus bigotes el suelo.

-Buenas noches Reepicheep. ¿Ocurre algo?

-Nada, nada en absoluto, su majestad. Tan solo me preguntaba si no ibais a entrar todos los reyes a la vez en el gran comedor.-Por supuesto Reepicheep. Tan solo quería ver si todo estaba en orden para la cena de honor.

-¿Cena de honor?- pregunté yo.- ¿En honor a quién?

Peter y Reepicheep sonrieron y cruzaron una mirada de complicidad.

-A vos, por supuesto-contestó Reepicheep.

-¿A mí?-dije sorprendida observando al roedor.

-Pues claro mi señora. Por fin los monarcas os han encontrado y eso ¡hay que celebrarlo!

Peter rio, entretenido con mi estupor.

-Bueno Reepicheep si dices que todo está en orden entonces dile a todos que se sienten a la mesa mientras mis hermanos, Terrwyn y yo esperamos fuera.
A continuación Reepicheep se inclinó en señal de despedida y salió corriendo. Peter dio media vuelta y caminó hacia la puerta, y yo no pude hacer otra cosa que seguirle. Cuando salimos del comedor alguien cerró las puertas tras nosotros. Había un sofá cubierto de terciopelo rojo cerca y decidí ir allí a sentarme. Peter me siguió e hizo lo mismo. Casi al instante aparecieron Susan y Caspian, hablando despreocupadamente.

-Buenas noches-nos saludó Caspian haciendo un gesto con la cabeza.

-Buenas noches- respondió Peter.

Yo únicamente bajé la mirada. Aunque Peter me hubiera dicho que éramos amigos, seguía teniendo en cuenta que estaba rodeada de monarcas, sangre real y superior a la mía en todos los sentidos. Peter, Susan y Caspian charlaron unos minutos entre ellos, yo simplemente escuchaba. Al rato aparecieron Lucy y Edmund.
Éste último había cambiado sus pantalones azules por unos negros, y su blusa morada por una roja del color de la sangre. Se había lavado el pelo, y aunque ya estaba seco, pequeñas gotas superficiales hacían que brillara más.

-Perfecto, ya estamos todos-dijo Caspian.

Se dirigió a un ratón que esperaba apoyado en las puertas y le susurró algo. El ratón entró en el comedor y cerró las puertas tras de sí. Después Peter y Caspian se colocaron mirando hacia las puertas.
Al lado de Caspian se situó Susan. Al lado de Peter, Lucy. Edmund caminó hasta colocarse cerca de Susan. Parecía enfadado por ser el último.
Yo me había levantado pero no sabía dónde debía colocarme para entrar. No podía caminar al lado de los reyes, ni delante; pero ir detrás significaría importancia. Peter vio lo desorientada que me sentía y se acercó a mí.

-Terrwyn, procura ir un poco alejada de nosotros. Detrás ¿vale?- asentí.

- Después de todo eres la invitada de honor.

Me coloqué detrás y vi cómo se abrieron las puertas.

-Larga vida a los reyes y reinas de Narnia-exclamó alguien.

Entonces los Pevensie y Caspian anduvieron hasta la mesa, recorriendo la estancia hacia la otra punta. Cuando atravesaron las puertas empecé a andar yo. Todo el mundo estaba en la mesa, pero levantados en señal de respeto hacia los reyes. Éstos caminaron hasta el final de la mesa y se colocaron en sus asientos. Mientras tanto yo seguía andando para alcanzar el final de la larguísima mesa, con el peso de todas las miradas sobre mí.
Aquello me resultaba extraño e incómodo. Las personas como yo no estamos acostumbradas a llamar la atención. Todos los invitados me miraban asombrados mientras susurraban:

-¿Es ella?

-No puede ser, ¿en serio?

-Entonces es verdad, la han encontrado.

-Terrwyn, la poderosa.

Yo seguí andando hasta encontrar la última silla libre entre Peter y Lucy. Me coloqué en mi sitio y alguien gritó:

-¡Larga vida a Terrwyn, la poderosa!

Todos los invitados rompieron en vítores y aplausos mientras yo sonreía. No podía creer que aquello me estuviera pasando a mí.
Cuando los aplausos acabaron, nos sentamos a la mesa.
Estaba llena de manjares. Desde grandísimas ensaladas, hasta lechón al horno, pasando por pescados y guarniciones de todo tipo. Encabezaba la mesa Peter, yo estaba a su lado, en uno de los laterales. En frente de mí estaba Edmund.
Cogí una pequeña empanadilla del plato y empecé a comer. Mientras la gente comía, un pequeño grupo de músicos se dispuso a tocar. Una mujer muy pálida, con el pelo casi blanco empezó a cantar.
Era bellísima, no creía haber visto una persona más hermosa en mi vida. Tenía las orejas puntiagudas y llevaba un vestido azul con toques plateados que le caía hasta el suelo. El pequeño grupo de violines empezó a tocar las cuerdas de sus instrumentos y la mujer comenzó a cantar. Solo tuvo que entonar los primeros versos de la canción para que me hiciera parar de comer y centrarme completamente en su voz.

"It started out as a feeling

Which then grew into a hope

Which then turned into a quiet thought

Which then turned into a quiet word"


Dirigí toda mi atención hacia aquella preciosa voz. Esa era la canción que mi madre me cantaba siempre antes de dormir. Las noches de mi infancia siempre comenzaban con esa melodía.

"And then that word grew louder and louder

'til it was a battle cry"


Solté el tenedor y miré a la mujer que cantaba.

"I'll come back

When you call me

No need to say goodbye"


Ella me miró mientras cantaba. ¿Cómo podía conocer esa canción? Mis emociones estaban a flor de piel. Las agudas notas de la canción parecían agujas clavándose en mi pecho.

"Just because everything's changing

Doesn't mean it's never

Been this way before

All you can do is try to know

Who your friends are

As you head off to the war"


Me incorporé de mi asiento y empecé a recorrer la estancia, con las miradas de todos los presentes puestas en mí.

"Pick a star on the dark horizon

And follow the light.

You'll come back

When it's over

No need to say goodbye"


Seguí caminando hacia aquella deliciosa voz. Finalmente llegué hasta situarme a unos metros del grupo de música.

"You'll come back

When it's over

No need to say goodbye"


Seguí allí, observando, y sin darme cuenta empecé a cantar. Al principio solo los músicos y la cantante me oían, pero mi voz fue en aumento.

"Now we're back to the beginning

It's just a feeling and no one knows yet

But just because they can't feel it too

Doesn't mean that you have to forget.

Let your memories grow stronger and stronger

'til they 're before your eyes"


Canté con más fuerza. Caspian se levantó de la mesa sin ningún tipo de expresión en su cara. Finalmente la mujer se calló y me dejó acabar la canción.

"You'll come back

When they call you

No need to say goodbye.

You'll come back

When they call you

No need to say goodbye."


Dejé de cantar para escuchar las últimas notas de los violines, que hacían el decrescendo final. Miré a mi alrededor y reparé en que todo el mundo me miraba. Habían dejado de comer. Las lágrimas se acumulaban en mis ojos, esperando ser derramadas. Parpadeé varias veces para que desaparecieran pero no pude reprimir que una de ellas se deslizara por mi mejilla. Caspian se dirigió hacia mí. Peter me observaba desde su asiento con las cejas elevadas en señal de sorpresa.

-Terrwyn, quiero hablar contigo.

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''Fin del segundo capítulo. ¿Y bien? ¿Qué os ha parecido la canción, qué me decís de las miradas furtivas de Edmund? Espero con impaciencia vuestras opiniones. El lunes que viene, llegará el tercer capítulo "Las armas de la muchacha"- Victoria''

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